Y de repente abres los ojos y ya ha pasado un año.  Si, un año de aquel 21 de noviembre cuando, a las 18:40, volviendo de trabajar en moto, alguien se saltó un STOP y me embistió con su furgoneta.


Ha sido un año muy duro, sin lugar a dudas, el peor año de mi vida con diferencia. Pero también un año en el que he tenido la oportunidad de redescubrirme, de sentir el aprecio y afecto de tantísima gente que me quiere y/o me aprecia, de conocer unos profesionales médicos que son galácticos y, también, de otros que no tanto, de re-aprender a caminar, de hacer un mini máster avanzado en neurología y rehabilitación, certificar que la vida es muy corta y que existen las segundas oportunidades, de ver, creer y entender que tenemos que trabajar para vivir  y no vivir para trabajar, que no valoramos las cosas hasta que las perdemos y por último y no por ello menos importante, he vuelto a certificar algo que ya sabía, que Sandra es un pilar básico y fundamental, que es más fuerte que Muscul Man y que, sin ella, “todo esto” hubiera sido imposible, además, he conseguido tener una relación espectacular con mis hijas, y es que, pensad que antes me veían muy poco, me iba por la mañana con ellas dormidas y volvía con ellas cenando o metiéndose en la cama.

Un mes ingresado en tres hospitales, un mes en la clínica Guttmann y 10 meses luchando desde casa. Ha sido un año “Dragon Khan” de sentimientos, de noticias buenas y también malas, de superación personal y familiar y también de aprender a valorar las pequeñas cosas y los pequeños pasos adelante.
Hace un año, si alguien me hubiera dicho que estaría inmerso en un proceso de incapacidad laboral, que andaría con bastón, que no podría volver a hacer castells o que no podría volver a llevar mi queridísima Àliga, le hubiera tomado por  loco y por mala persona, y ahora es una realidad.  UNA PUTA REALIDAD.


Ahora bien, “es lo que hay”, y ahora me toca jugar con estas cartas. No puedo pasarme la vida maldiciendo ese día, hay que pasar página y adaptarse a los cambios. Personalmente me ha costado bastante dejar de maldecir ese momento y aceptar esta nueva vida que me toca vivir.
Creedme cuando os digo que hay que disfrutar de la vida, de la familia y de los amigos. Que no tenéis que dejar de hacer cosas que os apetece hacer porque “ya lo haré más adelante”, que no se pueden hacer planes a muy largo plazo y que hay que disfrutar del día a día y de las pequeñas cosas, por insignificantes que puedan parecer.
Amigas y amigos, si la vida te da limones, haz limonada.